Sobre la pintura de Horacio Capilla

         Es incuestionable que el siglo XX ha sido testigo, en lo referente al arte, del más atrevido experimento creador que se ha intentado en toda la evolución del arte pictórico. Con admirable y penetrante lucidez los críticos y los propios artistas han realizado el mayor esfuerzo para explicar a su público la significación de iniciativas que, al no sentir su interna necesidad, no podían menos que dejar perplejos a los
contempladores de buena voluntad.

          Entiendo que las únicas personas que saben algo de pintura, en cuanto arte creador, son los pintores, y lo que saben lo dicen pintando. Otra cosa es discernir sobre los problemas metapictóricos, a los que el arte de la pintura no puede dar respuesta. En estos casos, el metafísico, el esteta, el crítico o el historiador del arte tiene que oír y leer lo que los pintores dicen en su lenguaje, para relevar al arte mismo la plenitud de su propia inteligibilidad. Porque desde el principio hay que aclarar, cuando hablamos de arte, si se está pensando desde el punto de vista del productor de la obra de arte, o del consumidor, meramente contemplativo, o crítico, aunque es cierto que cabe también la consideración de la obra en sí misma, así como en su relación con el mundo de la realidad natural.

           A las obras que yo me refiero aquí son las del pintor granadino Horacio Capilla Argüelles, que ahora, por su deseo, se nos ofrece cercanas para con ellas encontrar un lugar de felicidad contemplativa, de luz y de paz. El pintor, ya en plena madurez de su carrera,se mantiene fiel y totalmente convencido de la estética del realismo postromántico e inmediatamente anterior a la aparición del impresionismo, sique esto quiera decir que él en su ob4ra sea ajeno a las consecuencias que éste y el posterior constructivo tuvieron sobre la pintura.

         Pertenece a la escuela de abolengo y a unatierra de grandes temas pictóricos. En  Granada, tras los López Mezquita, José María Rodríguez Acosta, Morcillo. Los Carazo, Soria Aedo y otros, se produjo también la ruptura de las vanguardias, con nombres significativos a nivel nacional e internacional. El siguió sin embargo, la línea de los anteriores a éstos e irrumpió fundamentalmente en la especialidad de la pintura del paisaje a “ pleno aire”, casi enlazando con los principios estéticos de un Corot, cuando afirma sobre la estructura de sus paisajes: “ Jamás me apresuro a fijar de talles. Primero y ante todo me intereso por las grandes masas y el carácter general de un cuadro; cuando éstos están establecidos, ensayo las sutilezas de forma y color”.

          La estructura de bellos y naturales paisajes de Horacio Capilla se basa en una percepción volumétrica y espacial de la naturaleza, real y concreta, a la que atiende fundamentalmente por la brillantez del color, sin evitar los contrastes vigorosos de una estudiada perspectiva, y al mismo tiempo cediendo, en verdadero tributo de contemplación emocionada, a la tentación de lo pintoresco que le hace incorporar a su obra las conquistas lumínicas del impresionismo. El arte de Horacio Capilla se adscribe a una fórmula de afortunado equilibrio entre la luz y la forma, logrando una unidad pictórica, tanto por la impronta unitiva de la luz, como por la acentuación de los valores estructurales, que afloran en el rigor dibujístico de sus paisajes, sólidamente construidos con la lógica propia del espacio real, acentuando en muchos de ellos los valientes escorzos definidos con medios y pensados toques de luz y gamas de colores, gradualmente compuestas en jerárquicos términos espaciales.

       La emoción del pintor ante la naturaleza queda testimoniada en estos lienzos de encantadores rincones de la Granada singular, de sus caseríos apiñados bajo la Alhambra, a su sombra, junto al río Darro; o de sus pueblos alpujarreños, de montaña o de costa mediterránea. El espectáculo de los parajes altos de los ríos DÍlar, Genil yDarro,  entre frondosos y amarillos álamos, se nos ofrece aquí poetizado por la traducción sensible del arte de este pintor que, a fines del siglo XX, sigue emocionado y emocionándonos ante el propio espectáculo de la naturaleza, diferente y distinta en cada lugar y a cada hora. Y saber captar lo pictórico también lo practica, en esa línea estética, ante las naturalezas vivas de los bodegones, cuidando con primor sus calidades cromáticas, lumínicas y plásticas;y ante la figura, en las que la maestría de escuela y oficio ajustadas calidades en los estudiados desnudos y expresivas presencias en  los retratos y composiciones, tanto al óleo como al pastel o con técnicas mixtas.

     Sin plantearnos ahora otros objetivos críticos, la obra de este gran pintor granadino constituye una sincera y magistral oferta de oficio y arte, valiosa y valedera desde  los principios estéticos de los que el autor parte por convicción y personal poética.

                                 Domingo Sánches-Mesa Martín

                                  Catedrárico de Historia del Arte

                                  Universidad de Granada